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Prólogo 2 Crónicas

Prólogo al libro

Crónicas desde el laberinto de las criaturas hermosas

No cabe la menor duda de que existen en nuestra literatura, gran cantidad de obras con diversidad de propuestas y figuras literarias, y que, envuelven de bella y sutil manera, los mejores sentimientos del poeta.

Enzo Molinari nos presenta un fresco poemario que consta de 36 escritos, que además de ser retratos de las almas, constituyen la segunda entrega de una serie de libros en donde nos comparte con sus versos, el viaje de la vida.

Durante esta exploración de senderos, él recorre las veredas nubladas y los claros despejados a la mitad del bosque, paisajes e historias fascinantes que emergen de lo más recóndito del ser, de las turbulencias amorosas, de la herida que no sana y de todo primer latido que explota el pecho cuando, los eventos que nos marcan, asaltan nuestra memoria.

Esta obra es, entonces, un camino estético por donde se recorren las vivencias propias acontecidas en distintas edades, así como, de otras personas con quienes compartió fantásticas experiencias.

Es así como nacen las Crónicas desde el laberinto de las criaturas hermosas. Donde, al igual que el implacable minotauro, una prisión sin salida, no le detiene. Porque todo rincón inexplorado, se abre a la luz de las emociones resguardadas.

Al igual que el águila, este escritor no puede vivir enjaulado. Su pensamiento es libre y su musa le sumerge en el mar de los amores platónicos y consumados, vividos entre ilusión y decepción, entre fantasía y realidad.

El poeta nos va revelando a través de sus letras, esas pasiones que llegan a los sueños y se escapan de improviso. Aquellas que llenan el alma de alegría, de dulzura o de amor. Criaturas hermosas con ojos de mar y cielo, de quienes se inspira y a quienes dedica sus versos desde lo más exquisito del instinto. También enjuga dentro de los versos, la tristeza por lo inalcanzado, aquellos embrujos que comenzaron a despuntar al alba juvenil, donde se despiertan las primeras ilusiones y los estrépitos incontenibles de los corazones agitados.

“Los recreos se convirtieron en mi único testigo.” (Relato poético #82)

Es allí, donde los delirios llegan a los sueños y las sensaciones utópicas, se escapan como agua entre las manos. Las criaturas están aquí, seduciendo con sus hermosas siluetas y con rizos rubios que brillan más que las estrellas. A los ojos de cielo azul o verde esmeralda, su pluma desapercibida les dedica lo mejor de sus versos, a pesar de que fueron, quizá, letras no leídas.

“Mientras ella entretejía el vestido de sus magias, él, solamente pensaba en organizar estas letras, para inmortalizar su recuerdo...” (Relato poético #91)

En sus relatos aparecen también, seres que roban corazones y arden en las venas, con la fuerza de un volcán. Almas enamoradas, ante la indiferencia o la ausencia de la criatura que se ha alucinado. Entonces el yo poético, logra llenar la falencia con el único recurso real que tiene a su disposición: el lenguaje. 

Su escritura es, además, un método de escape que protege de la angustia ante la desconsolante vicisitud, y nos conduce por un laberinto de palabras, que también provoca ansiedades ante la irascible posibilidad de ser físicamente el objeto que representa…

Molinari logra entonces, crear su maravillosa poesía. 

A Enzo, lo conocí en Esparza, cuando era solo un niño boy scout, en aquel afanoso grupo fundado por Don Gildo, su padre (q.D.g.). Siga pues, querido escritor, anudando sus letras con el ballestrinque, el corredizo o el prusik que aprendió de su taita, para que continúe recorriendo los senderos de la literatura costarricense.

Que su corazón atesore los mejores paisajes y momentos, los más exquisitos recuerdos y el amor que siempre mueve nuestra inspiración y energía.

Y que la musa, figura poética aún no determinada, continúe posándose en sus mejores escritos.

Lande Ledezma López
Esparza, Costa Rica, 2024

Prólogo

Prólogo al libro

Mi Vida entre letras, retratos y paisajes

Los ritos literarios en la poesía, llevan sus versos casi con desnudez, por caminos y cántaros, para satisfacer la sed y al caminante, en una lírica cadenciosa pero fácil y ligera. Son la estética y el sentimiento, en la fibra del ensueño, quienes palpitan sonoramente en el ávido lector. “Entre Letras, Retratos y Paisajes”, es el novel poemario de Enzo Molinari, palabras calculadas donde se hallan anémonas, arreboles, mujeres hermosas y manos blancas. Son las ansias del peregrino y la sed del caminante de letras.
“Te quiero así, pequeña y grandiosa, normal, única, apacible y briosa…” (Así)
Poesía que necesita tiempo, palabras escondidas entre serenos y desvelos… y sueños, es un marco dorado al amor.
“...versos que danzan compases de noches reescritas, bajo fulgor de astros que penden en piel…” (Cita)
La poesía da forma a la mezcla del nihilismo y de la afirmación vital del instinto, de las recónditas ternuras por los seres y las cosas (y también su protesta).
“Miserable soledad, me arrodilla, me rompe, me corta, me calla y me grita, en silencio, el mutismo ingrato de tu existencia…” (Apocalipsis)
El poeta escoge dos fuentes eternas y universales para el canto de sus versos, es el canto del corazón, es el refugio del sentimiento al calor de una euforia o al hielo de sus tristezas; se explota líricamente esos dos motivos, en que se vale de las diversas circunstancias que la vida lo pone al frente en la sugerencia artística y la contemplación misma del universo.
“Como cuando se pausaron mis latidos, mientras veía estrellas en tus pupilas que caían estrepitosas desde la noche, hacia el cataclismo de nuestras pasiones…” (Vesania)
“Reflejos”, es la equivalencia al precipitado psicológico, que va dejando los días en el fondo del alma del poeta, una tensión vital, porque en el placer y el amor, se halla la ponzoña que nos envenena la vida. “Ínfima, es aquella única ventana para vivir lo que nos toca vivir. Se desparrama el hilo conductor y no hay osadía para cruzar la niebla. El corazón que no habla. El halcón que no vuela…”.

El poeta, a veces se convierte en un pianista solitario, que oscila ermitaño en el salón de baile, con sus melodías apoyadas en las lívidas mejillas de una caja musical, cuando al girar los dorsos desnudos y frente a la dubitativa luz del amanecer, continúa entonces la desoladora melodía.
“Advertía ecuánime toda esa inexistencia, mi acérrimo cuerpo danzaba entre ráfagas ardientes, aunque mis sentidos, estaban más gélidos que el mármol de mi lápida…” (N.P.G.)
La inspiración arde con estética lumbre a la par de las azules llamas que evaporan el humo aromático de los versos. “Entre Letras, Retratos y Paisajes”, es el amor en todas las formas de expresión y en la intención literaria, una exaltación a la sensibilidad. Lo escrito, escrito está, como una Venecia fantástica entre Bizancios deslumbradores, hábito de la poesía reinante.
“¿Dónde estarás? mitad de mi corazón, corazón de mis entrañas. Le temo tanto a la soledad que a veces te miro durmiendo en mis canciones de cuna…” (S.P.A.)
El poeta de por sí, es un solitario entre la multitud invisible a sus letras, formas nuevas de arte que despuntan en ocasiones, con una avasalladora realidad. Pero la sencillez es muy sabia en cuanto a la expresión poética, que nunca recarga los versos con elementos decorativos ni preciosismos verbales. Se ha emancipado de la tutela maternal de la poesía, con un temperamento ávido a la experiencia, inclinada a la explicación positiva de la vida.

El lector ama a sus autores y aprecia en lo que valen, las delicadezas de su expresión literaria, la maestría de la forma y la elección de la palabra, en el confesionario de su pensamiento. Son frescos sus versos, como botones de flores.
“Se percibe cambio a sotavento, que azota sin furia tristezas y anhelos. Es ese viento altano, que parece no soplar…” (Isla)
Aquí están los versos de Enzo Molinari (πxel): “Mi Vida entre Letras, Retratos y Paisajes”. Detener al lector ansioso de poesía, con una prosa de prólogo, es casi impertinente. En honor a la poesía, sus versos son el anuario de factura impecable.

Esther Martínez Carne
Esther&Su
Paterna, España, 2023