En las selvas verdes de Costa Rica,
donde la tierra canta historias antiguas,
los huetares, los cabécares y los bribríes
tejieron sus vidas en el tapiz de nuestro tiempo.
“Cicri que si ansi”
Huetares somos, guardianes del sol naciente,
con manos de barro y corazón de fuego,
susurramos el viento nuestros cantos ancestrales,
y las estrellas no escuchan nuestros lamentos.
El suelo está estéril.
Cabécares somos, hijos del río y la montaña,
mis pies conocen el latido de la tierra,
en el silencio de la noche, narramos leyendas
que danzan en las llamas del fogón.
Tenemos hambre.
Bribríes somos, sabios del cacao y del bosque,
nuestra lengua es un río que fluye hacia el cosmos,
en el susurro de las hojas y el murmullo del agua,
guardamos en secreto el equilibrio del mundo.
Cicri que si ansi
Gritos que nadie escucha.
En cada golpe al tambor,
marchan las piezas de arcilla
y los toscos trazos de pintura.
Nuestras culturas se alzan como árboles sagrados,
raíces profundas y ramas que arañan algún cielo.
Miramos al sol y al mar eterno.
Somos legados vivos que desafían olvidos.
Huetar. Cabécar. Bribri.
Vibramos con la fuerza de nuestra raza,
unidos a la memoria de nuestros pueblos,
somos su espíritu y su canto.
Somos rostros que marchitan, encarando el progreso.
Honramos el bosque, la tierra, el río.
O, lo poco que nos queda.
“Cicri que si ansi”
el agua se fue…